La mayoría de la sociedad utilizamos etiquetas exageradas y simplificadas, refiriéndonos a algunas características o cualidades en concreto de alguien sin saber el daño que podemos llegar a crear.
En niños puede ser bastante perjudicial. Lo peor es que estos apelativos nos lo encontramos dentro de la escuela: el “rarito”, el “graciosillo”, el “listillo”, el “lentito”, el “sabelotodo”, el “TDAH”, el “down”, el “autista”, el “dis”…y todo ello sin criterio alguno.
Se debe de tener especial cuidado con las diferentes etiquetas, ya que pueden marcar una larga trayectoria y puede condicionar la personalidad del niño. Dan lugar a inseguridad, miedo y desconfianza. Y todo ello no es lo más apropiado para un adecuado aprendizaje. Todos los alumnos tienen distintas capacidades y es un beneficio, puesto que la diversidad enriquece a las personas.
¿Por qué no nos fijamos en las capacidades? ¿Es más difícil? Vamos a centrarnos en buscar soluciones, todo niño necesita:
- Motivación: ofrecer recursos de gran interés para que el aprendizaje sea más fácil y ameno. Premiar los avances.
- Tiempo: dar tiempo es dar oportunidad para llegar a lo deseado.
- Confianza: el confiar en los niños deriva a que ellos comiencen a tener confianza en sí mismo y seguidamente se desarrolla la seguridad. Tendrán mayor posibilidad de afrontar las dificultades que se le presenten.
- Creatividad: invita al niño a que piense por sí mismo, fomenta sus gustos y no lo frenes. Estimulemos la imaginación.
- Que le valoren los esfuerzos y no los resultados.
- Y como ya decía anteriormente mi compañera Ana Benítez en una publicación de miércoles inclusivos… EMOCIÓN.
Vamos a ser generosos y tolerantes, incluyamos en el saco de la sociedad a todas las personas sin prejuicios, estereotipos ni etiquetas; desarrollemos entre todos una educación inclusiva y con valores. No importa las características mentales, sociales, físicas… Os animo a ceder el paso a la inclusión. Juntos podemos.
¡Atrévete a cambiar!
Irene Oliva
Tco. Servicio de apoyo a la Inclusión