En un mundo lleno de diferencias, la normalidad no existe.

VLACHOU, 1999

A muchos profesionales de los que trabajamos con personas con discapacidad, son frases como esta las que nos motivan. Saber que vivimos en una sociedad con discapacidad, en la que cada día las diferencias entre unos y otros son más visibles y asumidas, hace que no tenga sentido pretender que nos parezcamos a ideales absurdos, esquemas de aprendizaje en los que nos han maleducado. Somos rubios, morenos y pelirrojas, con gamas entre ellos; somos altos o bajas; gordas o delgados; de letras, de ciencias, de arte o de los tres; de bastón, muletas, silla de ruedas o dos piernas; de formación profesional, licenciatura, diplomatura, grado o todas; de suspensos, de clases de apoyo, de “raspaítos” o de matrícula de honor; de logopedia individual, en grupo o de rajar por los codos. O de ninguno de los anteriores. Somos maravillosas combinaciones que nos hacen únicos y únicas y a las que sacaríamos mucho provecho si empezásemos a hablar en términos de capacidades y no de normalidad.

Es responsabilidad de todos y todas que la inclusión educativa y social  lleguen a ser una realidad. Familias y profesionales de personas con discapacidad somos agentes sociales queriendo o sin querer. No sólo ganamos un sueldo o convivimos con ellos y ellas sino que modificamos nuestros esquemas y los devolvemos ya modificados cuando hablamos con otras personas. ¿Qué tal cambiando nuestro lenguaje y juzgando menos las diferencias, esas otras diferencias que no refieren discapacidad?

Somos diversos.

Yo no soy normal ¿Y tú?

María Alonso, Atención Temprana.